«Vosotros sabéis que a menudo un hombre que se ha enriquecido en bienes terrenales también se ha convertido, especialmente en su corazón, en una piedra de falta de sentimiento y de amor. ¿Qué les importa las otras miles personas que están atormentadas por el hambre, la sed y otros males, pues una vez que él vive en plena abundancia, nunca más ha sentido hambre ni sed, y tiene tesoros en cantidad para proveerse de todos los demás placeres, para que nunca más sienta aburrimiento o cualquier otra incomodidad.
¿Pero dónde se encuentra tal persona en la esfera espiritual interior de la vida? ¡Os lo digo: en el punto del juicio eterno y de su muerte, y todo su entorno no está lejos de él!
¡Tomad nota de lo que aún os anunciaré además! Cuando haya muchos epicúreos en la tierra, Dios pronto permitirá un juicio general del mundo sobre todas las personas en esta tierra, y entonces veremos si después de este juicio haya algún hombre que tenga una regla en la mano se levante de nuevo para decir a sus prójimos: “Mira, he medido este gran pedazo de tierra, he puesto los límites y lo declaro como mi propiedad completamente inviolable, y quién se atreva a disputar algo de ello conmigo o incluso me diga: 'Amigo, cada uno de nosotros tiene el mismo derecho de posesión, claro está mientras tenga el poder y los medios para arrebatarte de tus manos el “derecho” imaginario que anuncias!', a ese ¡lo castigaré con la muerte!”
Yo os digo: ¡nunca más existirá tal persona! Porque si Yo he de venir a esta tierra por segunda vez para juzgar a tales epicúreos espiritualmente muertos, también vengo para dar el premio de la vida al que ha soportado y aguantado muchas miserias y penalidades por amor a Dios y al prójimo. Entonces, ya nadie más vendrá a Mí con la regla en la mano para medir la Tierra y exigir ser el único usufructuario de la misma, sino que donde uno habite, allí también podrá cosechar y satisfacer sus necesidades; y la gente ciertamente se apoyará mutuamente, pero nadie más dirá: “¡Mira, esta es mi propiedad y yo soy el único señor sobre ella!”, porque entonces los hombres verán que sólo Yo soy el Señor, y todos ellos son hermanos y hermanas.
Así debería ser ahora mismo entre los hombres (aprox. año 26 d.C.); sin embargo, esto se permite y tolera sólo durante este período de transición en el que los hombres aún no han sido limpiados por el gran fuego de la vida, pero de ahora en adelante ya no pasarán 2000 años completos y entonces el espíritu tomará la delantera entre los hombres, y ya no se verá en la tierra un “mío” o “tuyo” que haya sido medido como posesión propia, ni se hablará de ello.
Fuente: El Gran Evangelio de Juan, tomo 8, capítulo 182, versículos del 1 al 5.
Nota del editor: Entre los años 1851 y 1864, Jakob Lorber recibe mediante el dictado del Señor la obra El Gran Evangelio de Juan.
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